El concepto de autoritarismo fue introducido por primera vez a mediados del siglo XX por los politólogos de la Escuela de Frankfurt. Se entendió que los regímenes políticos autoritarios son una combinación de características de la estructura social y, en primer lugar, las relaciones peculiares de las personas y las autoridades. Según la definición propuesta, esta forma de estructura socio-estatal contradice fuertemente las nociones de democracia genuina. Al mismo tiempo, las características de un régimen político autoritario se pueden observar en el ejemplo de muchos estados del planeta del siglo pasado. Sin mencionar la experiencia histórica más profunda de la humanidad.
Señales de un régimen político autoritario
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El foco de todo el poder en manos de una persona o un pequeño grupo: la junta militar, el único dictador, el líder teológico, etc.
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La separación de poderes en ramas independientes está, por supuesto, ausente.
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En tal estado, cualquier fuerza de oposición real a menudo se suprime. Sin embargo, esto no excluye la posibilidad de la existencia de una oposición títere demostrativa mientras la situación esté controlada por las autoridades. A menudo, la llamada imitación de elecciones es iniciada por las propias autoridades, es decir, celebrar un evento con todos los atributos formales, creando la ilusión de elecciones honestas, que en la práctica tienen un escenario planificado previamente.
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La administración pública generalmente toma la forma de métodos de comando administrativo.
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Los regímenes políticos autoritarios a menudo declaran su propia democracia, protegiendo los derechos y libertades de sus ciudadanos. Sin embargo, la protección real no se proporciona en la práctica. Además, el propio gobierno viola estos derechos civiles en la esfera política.
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Las estructuras de poder no sirven para proteger los intereses y derechos públicos de los ciudadanos, sino para proteger el orden establecido (a menudo actuando contra sus propios ciudadanos).
Regímenes políticos totalitarios y autoritarios.
Cabe señalar que el poder estatal autoritario está determinado por una serie de signos. La ausencia o coincidencia de uno de ellos no es una base suficiente para sacar conclusiones. A menudo, los regímenes políticos autoritarios se identifican con el totalitarismo. Y aunque tienen una serie de características comunes, esto no es del todo cierto. El poder autoritario descansa en la personalidad del líder (o grupo de líderes), cuyas cualidades permiten usurparlo y mantenerlo. Sin embargo, en el caso de la eliminación (muerte) de este líder o del grupo gobernante, el régimen autoritario a menudo sufre una transformación, ya que los herederos no pueden retener el poder.
El concepto mismo de totalitarismo implica totalidad: control universal del estado de absolutamente todas las esferas de la vida pública. Al controlar los procesos de socialización de sus ciudadanos, un estado totalitario ya puede inspirar la corrección excepcional de su curso. Esto significa que no habrá necesidad de una severa represión de los ciudadanos criados en una ideología incontestada impuesta por la élite superior. Y la personalidad del líder no es significativa, solo importa el control de la élite sobre los estados de ánimo públicos.
